De censuras y paranoias

Por Carlos Fajardo Fajardo *

Paranoia y perturbación es lo que siente el poder ante la palabra certera y contundente del escritor crítico; paranoia frente al peligro de un desmoronamiento moral y político del sistema de reglamentaciones; paranoias en serio y en serie, por lo que de inmediato pone a funcionar su aparato de censura.

Entonces, en nombre de la “protección” ciudadana y de las instituciones se fiscaliza, se vigila, se utiliza el lápiz rojo de la corrección. Bajo una atmósfera autoritaria no es raro que algunos escritores, intelectuales, artistas, profesores, periodistas y científicos se presten al juego burocrático de las colaboraciones, se constituyan en jueces y purificadores del templo. Lo preocupante se presenta cuando al señalado en la lista -al censurado- se le amenaza tanto que, por sus propios medios y miedos, comete autocensura. Esto marca el índice de sometimiento que las normas del statu quo han alcanzado en él. Ha interiorizado la versión del régimen y lo invade un complejo de culpa. En adelante su autonomía se transforma en una intimidad autovigilada.

Debido a la paranoia en red, estos controles y autocontroles se propagan entre los ciudadanos. Los miedos se aposentan tanto en el censurado como en el que censura. Al masificarse fragmentan la sociedad e individualizan cada vez más a los sujetos que, por su seguridad, se vigilan unos a otros, creando una población de informantes. Hiperprivatizada la vida, la incomunicación prospera en este reino del silencio y la sospecha. Gana el intimismo antisocial, la repugnancia al ágora, el rechazo a compartir ideas. En los regímenes paranoicos esto garantiza que los jefes de Estado se proyecten como padres salvadores, curanderos de enfermedades crónicas, llámense éstas libre pensamiento, terrorismo, democracia participativa, islamismo, inmigración, socialismo democrático. Son exorcistas que sanan las mentes invadidas por los “ejes del mal”.

De modo que, los regímenes paranoicos gerencian el simulacro de la libre competencia de ideas, pero dejan al descubierto un camuflado totalitarismo político y mediático. Esto no es más que legitimar la gran sociedad de la mentira. Cuando presienten que alguien desgarra el velo de las apariencias, disparan sus alarmas. Entonces, actúan casi por instinto de conservación contra el antagonista, tergiversando sus ideas, despistando a la opinión pública. El régimen evidencia sus miedos, e inventa una guerra entre los que tratan de despejar las cortinas de humo y aquellos empeñados en alimentar el fuego de los engaños.

De esta manera, la censura erige la cultura de lo facticio, es decir, mentiras fabricadas como verdades, artificialidad asumida como certeza. Se oficializa la perversidad del engaño. Lo facticio se constituye en una “verdad” comunitaria; aniquila la posibilidad de edificar una sociedad fundada sobre éticas de la responsabilidad, la franqueza y lo solidario.

He aquí regímenes de permanente invasión totalitaria. Sistemas políticos que violan las libertades cívicas con métodos “exquisitos” e imperceptibles. Censuran y autocensuran sin necesidad de Gulags ni Auschwitz; imponen su autoridad sin estruendos pero con eficacia. Allí están los medios masivos de comunicación; allí las miles de cámaras de circuito cerrado vigilándonos; allí los policías virtuales en Internet, el rastreo de nuestros más íntimos datos; allí el seductor aparato del mercado; los espectáculos del poder y el poder como espectáculo.

Su estrategia es arrasar los pocos derechos colectivos e individuales que en una modernidad, incipiente y a medias, fueron conquistados. Esto hace que las sociedades edificadas sobre terrenos nada fértiles para una verdadera democracia involucionen. Con estos métodos balcanizan tanto a países como a sensibilidades, alejan de la polémica y del debate crítico al ciudadano de a pie, petrifican a la sociedad civil, borran de la memoria atrocidades históricas, e instalan, sutilmente, una ingenua complicidad colectiva con el horror y los asesinatos. De esta forma aseguran el continuismo, se perpetúan en su silla.

*Poeta, ensayista y catedrático colombiano

No hay comentarios:

Publicar un comentario