Es un símbolo errante de la fraternidad y la solidaridad humana, pues ha entregado su vida a batallar encarnizadamente con la ultra-derecha. Su presencia en encuentros y festivales de poesía es recibida con júbilo por la juventud y los artistas. Nació en Alconada –Salamanca- en el ya distante 1920, pero todavía despliega el furor insurrecto de la imaginación. Fue preso del franquismo durante 22 años, tiempo en el que organizó una pedagogía, y casi una erótica del presidio y en el que conoció al mítico Miguel Hernández. Mantuvo entrañable amistad con Picasso y Rafael Alberti. Su libro de memorias “Decidme como es un árbol”, de reciente aparición, será llevado al cine por Pedro Almodóvar. La siguiente entrevista realizada en el marco del Festival de Poesía de Medellín, fue otorgada de manera exclusiva para Con-Fabulación.
En sus años de prisión, cuáles fueron las herramientas y los artilugios para no desfallecer?
En la prisión nos nutría el fuego interior de las ideas. Yo elegí la vida dura pero digna de sostener un ideario vetado, cercenado y prohibido, algo muy distante a lo que les ocurre a quienes convierten el delito en su forma cotidiana de existencia. Era consciente de que mi lucha en España engendraba grandes riesgos. Pero no recuerdo la cárcel como una pesadilla sino como la espléndida escuela donde me formé y aprendí el silabario imperioso de la fraternidad humana, una etapa de mi vida de la que me siento orgulloso y a la que regresa obstinada mi memoria. En aquellos años tuve que despedir a centenares de compañeros que abracé antes de ser ejecutados. Estoy colmado entonces de rostros, de recuerdos, de evocaciones. La escritura y la memoria fueron las herramientas rutinarias para combatir la muerte y la ignominia.
¿Cómo se salvaguardaba la poesía de las requisas y la hostilidad de los gendarmes del terror?
Nosotros teníamos en la cárcel muchos caminos abiertos con el exterior y nuestras familias eran una especie de puente entre el presidio y el mundo. Urdíamos estratagemas para sacar poemas, notas, cartas. Así tuve constante correspondencia con Neruda y Rafael Alberti. Fueron ellos los que dieron a conocer mi nombre, lucharon por mi libertad y defendieron mi vida. Siempre teníamos un camino abierto, un resquicio por donde, libertaria, se filtraba la luz. A veces, claro está, se cerraban todos los caminos y parecía que el universo no toleraba más felonías.
¿Cómo suplía la ausencia de papel? ¿De qué manera recolectaba la cosecha de palabras?
Fueron muchos los compañeros de prisión y algunos visitantes, que se convirtieron en los centinelas de mis versos, emisarios lustrales de visiones y metáforas. Casi todos sabían parte de mi obra. El más idóneo, al momento de salir en libertad, había memorizado casi todas las piezas para transcribirlas y publicarlas. Sin embargo, cuando estuvo afuera, debido a la emoción del reencuentro con los suyos, olvidó algunos fragmentos y palabras y después garrapateó los poemas como pudo, de manera que todavía hoy encuentro libros míos con versos que me son desconocidos. Pero era la única forma de concitar la libertad en medio de la represión. Pensábamos con pasión en el universo, mientras los siniestros artífices del orden derrochaban haraganería, y por eso siempre terminamos por vencerlos.
José Saramago afirma que en usted la solidaridad es un instinto…
En la cárcel fue la sustancia de nuestra resistencia. La comida que se nos daba, para ilustrar la circunstancia, era apenas un caldo aguado con una pequeña ración de nabos. No servía para alimentar a nadie y la hambruna era un espectro aborrecible. Entonces, los que tenían la suerte de contar con una familia que les llevara un paquete de alimentos lo repartía con todos. Era una resistencia comunal. Repartíamos tanto el hambre como el pan. La cárcel de Burgos ciertamente fue una escuela, una universidad democrática. Por eso, los torturadores, cuando terminaban su ingrata tarea le decían a los presos, casi deshechos: “Ahora sí vete a
¿Cómo se hacía circular la cultura dentro de la cárcel?
Yo fundé una tertulia literaria muy vigorosa. Había un cerco de censura bien protegido encabezado por el capellán de prisiones. Todo libro era expurgado hasta la saciedad y, de no ser material de tipo religioso, no pasaba.
España era un país entero que se encontraba en la cárcel.
Sí, era una prisión. Nuestras familias estaban sometidas a una vigilancia cautelar, y eso nos permitía estar más despiertos que la gente del exterior. Estábamos juntos y unidos mientras los otros se encontraban dispersos en una ciudad sorda y terrible que únicamente pertenecía al ciego y unívoco poder.
¿Se podría afirmar que aquello fue una batalla de la imaginación?
La imaginación siempre… Con su alianza logré vencer el terror, principalmente imaginando que alguna vez yo traicionara… imaginaba mi regreso melancólico, imaginaba que paladeaba el averno de los traidores… Eso me hizo resistir incluso las dos veces en que me condenaron a muerte… En las situaciones límites el hombre opta por la traición, que es el camino más fácil… pero la dignidad es el sendero que te permite terminar la existencia con la cabeza en alto.
En el siglo XX fueron las sociedades totalitarias, y en la actualidad -como un reemplazo disimulado- son las sociedades mediáticas. ¿Frente a ellas cuál debe ser la posición del poeta?
La poesía tiene la obligación de cumplir con el mandamiento de Gabriel Celaya: “ser un arma cargada de futuro”. Yo no hice poesía intimista. Es muy triste y casi inmoral que te retires a una ladera a inventar tu poema solitario, sobre todo cuando se comprende que la poesía llega más directamente al corazón de la gente. Los documentos se pierden con el tiempo. Terminan siendo materiales de los polvorientos archivos y las bibliotecas oficiales. En cambio los poemas habitan una perpetua vitalidad, son una llama inextinguible, la voz ansiosa del deseo que aletea en la memoria colectiva y se niegan tanto a la petrificación como al olvido.
¿Qué opinión le merece Fidel Castro?
Es un hombre honesto con una gran clarividencia, aunque, por supuesto, ha cometido errores. Eso es apenas lógico: Ya se sabe que la perfección es el dogma del fascista. De todas maneras, Fidel creó una sociedad más igualitaria, menos ostentosa y más humana. Eso se comprueba al visitar otros países de Latinoamérica y visualizar su infinita y persistente miseria.
¿El fascismo ha muerto, o aún puede renacer de sus cenizas?
El fascismo se extendió como una mancha oscura a lo largo y ancho de Europa. Después acudimos a sus funerales. Pero era un simulacro de final, un epílogo que en realidad era otro prólogo. Ahora nos han robado las palabras. Los hipotéticos demócratas representan el mundo del deseo y en sus bastidores respiran los viejos generales y los viejos dinosaurios.
¿Usted quisiera vengar sus años de dolor y cárcel?
No tengo sentimiento de venganza… la única venganza con la que sueño es la gran revancha histórica: Ver un día triunfantes a los derrotados.
¿Hubo una intelectualidad celestina con el falangismo?
Existieron algunas adhesiones vergonzantes como la de Camilo José Cela quién se ofreció a señalar a sus colegas. También se dio la auto-censura. Pero fueron casos aislados y la mayor parte de Los intelectuales estuvieron de nuestro lado.
¿Cómo ve la libertad del consumismo?
Nadie puede sentirse seguro en la pequeña libertad. Como dijo Paul Eluard hay que pasar el horizonte de unos a otros. Ahora los detentadores del poder lucen nuevas y llamativas máscaras. Entonces, hipotéticos demócratas despiertan al mundo hacia el festín de la usura, del egoísmo y del derroche. El capitalismo parece ofrecerles cientos de posibilidades a sus huestes. Y así hipoteca sus vidas…
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