Del terror mediático

Por Leonardo Gil *

Una pequeña lección de historia, un baldado de agua fría sobre su impostada grandeza, recibieron las fuerzas militares al ver cómo uno de sus títeres, después de años esperando una pensión, por cierto pírrica, optó por el show mediático y, granada en mano, hilvanó una escena que evoca cientos de episodios literarios y cinematográficos, como la espera de El coronel no tiene quien le escriba, o la crisis de los personajes interpretados por John Travolta y Dustin Hoffman en El cuarto poder, filme donde el papel atroz de las grandes cadenas de noticias, desencadena el absurdo y la tragedia.

El sargento retirado Edgar Paz Morales, héroe (¿o mercenario?) de la patria, vacío ya de cualquier esperanza, arremetió contra la institución que durante 21 años lo protegió y manipuló, alternativamente, para luego cebarlo con la promesa de una dádiva remota. En una oficina de Porvenir en el centro bogotano (sin duda, el nombre de la oficina aporta una sutil ironía a los hechos), y con la intención de ser escuchado, por primera y única vez en su vida, el melancólico ex-alfil del Estado exigió la presencia del defensor del pueblo, la Cruz Roja internacional, el General Freddy Padilla de León y, colofón histriónico, la de Vicky Dávila, primera Dama de la desinformación de la pantalla chica y una de las divas del costurero uribista.

Ninguno de esos pedidos le fue concedido. Solamente consiguió el mendrugo de que le grabara un reportero de CityTV, lo visitara un delegado de la Defensoría del Pueblo y de que la estrella de la derecha reporteril colombiana, quién a esa hora transmitía su adefesio radial, le telefoneara.

Paz Morales, al ver que ningún General acudía a su llamado, decidió dar a conocer un comunicado en el cual relataba su carrera militar: delegó a una de sus rehenes para la lectura del prontuario de operaciones militares en las cuales participó. Habló de la toma de la embajada de República Dominicana, la creación del grupo MAS financiado por los Ochoa, con el apoyo del ejército y entrenado por Jair Klein; el surgimiento de las Convivir y las AUC con el patrocinio de la Gobernación de Antioquia bajo la administración de Álvaro Uribe; el atentado a Navarro Wolf ordenado y planeado por el ejército, entre otros hechos.

Durante la lectura del comunicado, el evento fue cubierto televisivamente por CityTv, canal que, durante 10 minutos, suspendió la transmisión remplazándola con caricaturas. Más tarde, el canal explicaría que la suspensión fue por orden directa de la CNTV. Algunas cadenas de radio continuaron la transmisión de la lectura, mientras las telenovelas de Caracol y RCN, permanecían incólumes como un monumento al silencio y la dictadura de los camajanes de la información. Horas después, el argumento general de los medios para censurar (moramente, por ahora) la transmisión fue la prudencia que, como medios responsables que dicen ser, han debido guardar para no patrocinar el terrorismo, ni mucho menos escandalizar a la tele audiencia.

¿Déjà Vu? Durante la toma del palacio en 1985, la entonces ministra de comunicaciones Noemí Sanín, prohibió la transmisión televisiva de los hechos, entonces las noticias fueron reemplazadas por fútbol, y de los consecuentes abusos militares y la impunidad que reina sobre los hechos el país aún no existen las respuestas.

Pasados los diez minutos, el cubrimiento periodístico continuó, pero esta vez un periodista narraba constantemente los hechos, describiendo lo que la cámara ya decía, y haciendo imposible comprender el mensaje leído por la rehén. Momentos después, frente a las cámaras, la policía neutralizó a Paz Morales, quien fue puesto bajo custodia para su judicialización.

En adelante, las noticias se centrarían en el fenomenal acto de los tres policías encubiertos que ingresaron al edificio con los periodistas de CityTv, quienes esperaron largo rato y en el momento oportuno hicieron gala de su "pericia antiterrorista”.

¿Se necesita algo más para perpetuar la ignorancia sobre los hechos que una cámara y un buen comentarista deportivo, o mejor, una cara bonita?

Habrá que ver en qué queda el acto desesperado del sargento que, aunque no ha dicho nada nuevo, presenta la enésima prueba del linaje que caracteriza a los dirigentes elegidos en este contradictorio; lo peor de todo, sin embargo, no lo dice el comunicado sino el tratamiento que radio y televisión le dieron a los hechos: más que la fuerza de la ley ejercida por las autoridades, o la que ejercerá la "justicia" colombiana contra la marioneta insurrecta, más que la desgastada maquinaria política que desangra el país y que parece caer de su propio peso, la tiranía la ejercen los medios que minuto a minuto, con un constante matiz amarillo, van levantando cortinas de humo aquí, glorificando asesinos allá, y llevando al pueblo al ultranacionalismo belicista, haciendo gala de los funestos principios de propaganda de Goebbels.

*Escritor y periodista colombiano, director de la revista El Ático

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