65 horas semanales

Por Fernando de Villena

Como noticia de segunda fila ha pasado recientemente por la prensa el anuncio de que la Unión Europea acaba de aprobar la semana laboral de sesenta y cinco horas. Sin duda, la huelga de transportes y, sobre todo, los resultados de la Eurocopa preocupaban más a los lectores. Y sin embargo se trata de una disposición que puede condicionar terriblemente sus vidas, las de sus hijos e incluso las de sus nietos. Recuerdo ahora cuando nos impusieron, siendo Ministro de Trabajo don Manuel Chaves, los contratos-basura. Todo ocurrió de manera tan silenciosa como ahora.

La lucha por la semana laboral de cuarenta horas (en Francia se llegó incluso a la de treinta y cinco), desde el siglo XIX hasta su instauración ya bien avanzada la segunda mitad del XX, ha costado mucha sangre, muchas huelgas, muchos sacrificios. Se regateó con la patronal hasta el más mínimo minuto, sobre todo en la época en que los sindicatos eran sindicatos obreros y no perros domésticos de los gobiernos como lo son al presente. Y todo ese lento avance en derechos y justicia puede ser borrado ahora en un instante ante la general indiferencia de los trabajadores. ¿Qué ha ocurrido para llegar a este extremo de apatía?

Desde hace más de una década venimos clamando contra el premeditado empobrecimiento de la Educación. La Logse y las sucesivas leyes educativas iban, en realidad encaminadas a estupidizar a las gentes. El dominio de los medios de comunicación ha ayudado muchísimo a llevar a cabo este propósito y hoy estamos viendo los resultados de ello: una cultura descafeinada y un pueblo que no piensa sino que se limita a aceptar como verdad incuestionable cuanto se le dice desde arriba. En una ciudad como ésta en la que habito, en apenas tres lustros han desaparecido el ochenta por ciento de las librerías. ¡Qué sana envidia he ido experimentando cuando he viajado a esas nobles ciudades de Latinoamérica donde aún existe el pensamiento crítico y por doquier se encuentran librerías!

Pero hablaba de un proyecto de estupidización colectiva a fin de esclavizar cada vez más al individuo. ¿De dónde parte esta hábil estrategia hoy que los gobernantes de casi todos los estados son simples capataces? Está claro que de la cúpula del gran capital, y esa cúpula es el CONSEJO EJECUTIVO DEL “FONDO MONETARIO INTERNACIONAL”. ¿Cuántos hombres constituyen ese consejo? ¿Cinco? ¿Diez? ¿Quiénes son? Nadie los ha elegido democráticamente. ¿Por qué, entonces, ellos dirigen los destinos del mundo?

Hoy imponen la aprobación de la semana laboral de 65 horas en la Unión Europea. Ayer decidieron llevar la guerra a Irak. Un día dan facilidades y animan a todas las gentes a hipotecarse; poco después suben los tipos de interés y ahogan a esas gentes obligándolas a trabajar como acémilas para pagar sus deudas. Mañana… ¿qué sé yo lo que harán mañana con nosotros? Todos somos sus títeres y lo seremos hasta que una nueva revolución, un mayo francés mundial y más contundente los haga salir de su anonimato y, desenmascarados, los ponga en el lugar que les corresponde.

Hasta entonces seguiremos viendo retroceder nuestros derechos. Por lo pronto, quien trabaje ocho horas cada día debe saber que percibirá sólo medio jornal.

*Poeta español

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