Entrevista con Carlos Granada

¿Dónde está el gran arte de la violencia?

Por Leonardo Gil *

Carlos Granada es uno de los más agudos pintores figurativos de Colombia. Sus imágenes, que se inscriben en la fecunda escuela expresionista, están cargadas de un erotismo fantasmagórico y una violencia a la que salva la permanente visita de la poesía. Esos testimonios visuales le han llevado por el mundo y le han valido grandes premios. Se trata de un artista que no teme expresar sus puntos de vista, que exhibe sin rubor una vigorosa facultad crítica. Nació en Honda y fue por muchos años decano de Artes de la Universidad Nacional y de la Jorge Tadeo Lozano, de Bogotá.

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En una entrevista que usted concedió hace algunos años a Común Presencia opinó que “el artista debe ser la persistencia de la memoria”, ¿podría ampliar un poco ese planteamiento?

El arte es una cosa que ha caracterizado a los pueblos desde siempre. Uno puede sentir en Goya, Velásquez o Picasso que hay una representación del lugar al que pertenecen; pese a la universalidad de su contenido están llenos de elementos característicos que les ubican en un contexto social y geográfico determinado.

¿Eso exigiría la consumación de un arte comprometido?

El arte siempre está comprometido, el hombre siempre está comprometido. Inclusive, cuando no se pretende tener compromiso, también se está comprometido. El artista es la savia de los pueblos, siempre está retratando su gente, su entorno, su sensibilidad. El compromiso está en cómo el artista descifra su engranaje social: el Guernica de Picasso es un cuadro que cuenta el bombardeo alemán a Guernica en España, y aunque no esté proclamando una posición política determinada, está denunciando una masacre.

Obregón, en una pregunta similar, y hablando acerca de la persecución a los artistas por sus posiciones críticas, decía que un pintor sólo era peligroso con un ladrillo en la mano…

Yo diría lo contrario, es mucho más peligroso un artista cuando se expresa frente a los acomodos de la sociedad, pues el arte produce escozor.

Una faceta fundamental de su obra radica en el erotismo…

Creo que el erotismo es la vida. La fuerza, el poder que tiene en el ser humano ese contacto siempre representa el impulso vital del hombre; la fuerza de la seducción siempre estará para salvarle.

En su obra, erotismo y violencia están fuertemente relacionados, recuerdan al Eros y Thánatos griegos. En Colombia hay una gran censura a las manifestaciones eróticas mientras nos ahogamos en la violencia…

Pareciera que en el erotismo bullen enormes fuerzas ocultas. De hecho, las expresiones más violentas atacan directamente la sexualidad; hay en ellas un afán de penetrar el deseo y el erotismo, acabar con el hombre desde su parte más esencial. Recordemos las características atroces de las agresiones a la mujer durante la Violencia; en esto subyace una frustración tremenda frente a las manifestaciones amorosas, consecuencia de una enorme censura.

Baudrillard, hablando de la seducción y la liberación femenina, mostraba una marcada preocupación porque la mujer hubiese cambiado de yugo, perdido la capacidad de la seducción y quedado a merced de la sociedad de consumo y de la pornografía…

Hace un tiempo en el metro de Paris, después de ver las mujeres de los carteles que anunciaban productos cosméticos, observé una mujer que regresaba del trabajo terriblemente agotada, probablemente era madre de familia, así que se imaginará usted que el día para ella no había terminado: tendría que llegar a la casa, alimentar a sus hijos, acostarlos, y al día siguiente la misma terrible jornada. Me pregunto ¿Qué ha ganado la mujer? ¿Qué espacio le queda para la seducción? Es mayor el precio que ha pagado por esa “libertad” y “reconocimiento” social. En cuanto a la pornografía y al mercado sexual me pregunto: ¿qué pasó con la comunicación y el contacto humano? En Europa los Sex Shop se mantienen llenos de gente, ¿por qué el mercado de la prostitución es tan grande, qué ha pasado con la comunicación entre hombres y mujeres? El hombre está perdiendo sus espacios ¡El mercado se los está robando!

Ahora que han salido a la luz las atrocidades paramilitares, resucitando muchos de aquellos fantasmas, ¿cree que es una repetición de la historia, o un momento aún más aciago?

Desde luego más aciago. Lo que estamos viviendo es una violencia política mucho más dirigida con características concretas, que busca golpear sectores específicos de la población y cuyo fin es el enriquecimiento, la guerra como negocio y todas sus atrocidades. Si bien tras el aparente fondo irreal de la violencia partidista, lo que estaba en juego era la posesión de la tierra, ahora los intereses son diferentes, hay una mayor avaricia cuya expresión es más oculta y mucho más violenta.

¿Cómo ve el panorama artístico nacional contemporáneo?

Es preocupante la falta de apoyo. No hay un espacio en la sociedad para el trabajo del artista. Sí, hay galerías, museos y espacios de ese tipo, pero no son verdaderos epicentros para el arte y la cultura, no hay estímulos; en consecuencia los artistas optan por buscar espacios fuera del país. Por otra parte, han desaparecido los maestros de las universidades, lo que me parece un fenómeno grave, ahora todo es teórico y no hay quien guíe la producción. Sólo se enseña teoría del arte. Además, otro problema aún más grave, es que el artista ya no desarrolla su obra: lleva un boceto a un taller y allá la pintan para él, se limita a hacer algunas observaciones y adopta la obra como suya.

Hay una gran falta de espacios para la difusión y el fomento. No obstante, el gobierno se ufana de impulsarlos…

Es una fachada que quiere dar a entender que hay cierto apoyo. No basta con una beca ocasional para que un joven artista estudie en el exterior. Resulta que al final es mejor para éste quedarse afuera. Una cosa es que el gobierno mantenga una aparente posición de apoyo a los jóvenes artistas, etc. Pero el problema es la falta de un medio apropiado para la producción y reflexión artísticas, una verdadera cultura con la cual puedan dialogar las exploraciones contemporáneas. Para saber qué clase de cultura tenemos, basta ver los niveles de lectura de los colombianos.

Usted dice que la crisis nacional mantiene al país en una suerte de asfixia cultural; no obstante hay quienes opinan que las mayores manifestaciones artísticas afloran en los países más devastados…

No dejo de tener simpatía por esa afirmación, recordemos nuevamente el Guernica, o los pintores europeos de la posguerra. Pero el terreno es diferente. Hay que reconocer las condiciones del arte en Europa, donde existen espacios que los artistas se han ganado a lo largo de muchos años. Colombia tiene ya cerca de cien años de violencia (porque esto comenzó con la guerra de los Mil Días), y sin embargo hay muy pocas manifestaciones artísticas que denuncien esto. ¡Tantos años de violencia y no hay una repercusión artística de iguales magnitudes!

¿Cree que se puede recuperar el espíritu de la rebeldía, o definitivamente fue asimilado por la sociedad?

Yo veo muy difícil que aparezca una obra densa que realmente denuncie con fuerza tanta violencia; es más, si no ha aparecido hasta el momento ese artista que escandaliza con su visión de la realidad, no lo habrá. La juventud contemporánea no ha visto la violencia de frente, la conoce como un titular de prensa que varía a diario. Los problemas colombianos son mejor difundidos en televisión extranjera. ¡Cómo es posible que uno deba ver Televisión Española para conocer la verdadera situación colombiana! Sin siquiera consciencia de la realidad ¿qué rebeldía se puede esperar?

*Escritor y periodista colombiano, director de la revista El Ático.

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