Inocente ragalito

Por Leonardo Gil Gómez

INOCENTE REGALITO. Que la Secretaría de Prensa de la Presidencia de la República se preocupe por emitir un “manual de redacción” y además regalarlo a las facultades de comunicación de diferentes universidades del país, no vaya a ser malinterpretado. No es más que una fuerte preocupación del ejecutivo por la formación de nuestros futuros adalides de la información; preocupación surgida, sin duda, tras ver la cantidad de barrabasadas de quienes figuran en pantalla día a día con su sonrisa postiza y un pobre vocabulario. No se vaya a creer de ninguna manera, que es un ejercicio de dominación diseñado para la más íntima esfera de las relaciones humanas: el lenguaje.

Que ningún colombiano malintencionado vaya a pensar que presidencia pretende echarse al bolsillo desde su misma alma mater a quienes, una vez posicionados en la gran prensa, serán sus más grandes defensores. ¡Que se le caiga la lengua! Al que llegue a decir que es un esfuerzo por reducir el ya minúsculo número de ovejas negras que se fugan del apaciguado rebaño que pasta bajo el ala tibia de los mercaderes de la noticia.

Según uno de sus mentores, lo que se busca es que “los periodistas sean objetivos a la hora de informar”. Seguramente por eso el manual sugiere que las palabras ‘Nación’ ‘Gobierno’ y ‘Patria’, se escriban en mayúscula; (lo que para un buen lector querría decir que pasan de ser sustantivos comunes abstractos a sustantivos propios, y las implicaciones subsiguientes en el inconsciente colectivo); ¿objetividad o ultranacionalismo? Y eso, sólo por citar un ejemplo. Además, si de objetividad se trata, ¿podrá ser objetivo un periodista formado con una herramienta proveniente de un actor al que después deberá mirar con lupa? Nadie le enseñaría a su perro a morder la misma mano con la que juega a la pelota.

Será preferible pensar que una noche, en la famosa oficina de prensa se sentaron a ver noticias por televisión y a leer una que otra nota de un periódico al azar, y escandalizados por la manera de expresarse de la mayoría de los periodistas de chiva y coctel, optaron por redactar un documento que formara periodistas que no repitan nuestra triste actualidad desinformativa. Será preferible pensar eso a creer, por alguna mefistofélica voz al oído, que estamos repitiendo la historia de manipulación mediática que llevó a los incautos pueblos de Europa a aplaudir la primera guerra mundial, “la gran fiesta de la muerte” en palabras de Thomas Mann, como un acontecimiento que llenaría de gloria a su gente; o la eterna censura de los modelos totalitarios que cada vez, de modo más sutil y decantado le han “regalado” al hombre oscuras e imperceptibles formas de dominación.

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