Defensa del Festival de Poesía de Medellín

Por Miguel Márquez

Llego a esta ciudad, Medellín, mítica en tantos y contradictorios sentidos, pero llego a la ciudad construida por el imaginario de los creadores y sé que este Festival Internacional de Poesía, organizado anualmente a través de 18 ediciones por el Grupo Prometeo, que reúne a 74 poetas de 55 países en esta ocasión, cuenta con nombres propios que convocan tenazmente, de nuevo, a la posibilidad de transformar el mundo con la metamorfosis de esa obstinada elaboración de los versos. Con sueños que reinventarán mañana la sacudida valiente y sorpresiva de la interioridad, los muchachos y muchachas que intentarán traducir el universo o a encarnar la fiebre existencial con una nueva arquitectura humana, más apta a los reclamos de la aurora que a los silogismos clasistas e infernales de la guerra.

Esos nombres propios creo que hay que subrayarlos en este momento, cuando algunos, muy pocos en realidad, pero nocivos en su minúsculo radio de opinión, intentan sabotear de una manera indigna, por la mala fe de las infundadas afirmaciones, tan provocadoras de riesgos de altísima tensión y de peligros varios, lo que estos amigos del más humilde de los menesteres han conquistado. Me refiero a Fernando Rendón, Gabriel Jaime Franco, Gloria Chavatal, Luis Eduardo, por nombrar sólo a quienes dirigen esta ronca cruzada por la paz en mitad de las balas, los que, más allá del escepticismo y la rabia desértica, han apostado todo lo que tienen por una vida que realmente califique como tal, y que de paso, hay también que anotarlo, conmueve a todos los poetas del mundo.

No entiendo, y lo digo de verdad con dolor, esa furia desproporcionada, inmerecida, tendenciosa, enana en lo moral, y hedionda en su laberinto, que mueve a quienes pretenden ocultar, rebajar, pervertir, desprestigiar, esta lograda transparencia del espíritu con la escatología de la mezquindad, la envidia, la decadencia feroz de la derecha política, para-poética, militar en su empaque de tiranuelos pontificando y maldiciendo. No entiendo cómo se le ocurre a alguien soslayar los hechos con argucias mediáticas, tergiversar realidades indiscutibles desde lo que no puede ser más que terrorismo intelectual que trata de disminuir, achatar, perturbar, manosear, o vomitar sobre esta insurrecta y vigorosa presencia que se defiende sola y solamente por el hecho de poner por encima de todo, de las diferencias, de los combates, de los tumores y las heridas, del resentimiento y la venganza, el valor imponderable de la palabra poética para que todo cambie definitivamente de algún modo y en algún tiempo en este mundo, tan lleno de horrores, de intolerancia fascista, de miserias y de fosas comunes.

Tratar de enlodar con mentiras apoyadas por la prensa esta apasionada, fervorosa, y tal vez ejemplar concreción del envidiable ensayo que busca conectar las fuentes vitales con la gente, las irrigadas zonas de la imaginación y el ritmo contra el despojo y la iniquidad, no es otra cosa que introducir una horrenda y vergonzosa maledicencia para intenta hacer daño, fracturar, separar, herir; para coquetear con una inmunda señora encopetada que infértil y desdentada quiere, tan ridícula y torpe, ponerle obstáculos a un gesto audaz, valiente, probo, hermoso, que tiene lugar nada menos que en Medellín, sobre la metralla y los desplazados, sobre el desempleo y la pobreza hiriente y homicida.

“Inmundo es el rostro de quien no reconoce los hallazgos del alma”, decía André Breton, inmunda su elocuencia y la perfidia del encono. Sucia es la palabra de quien se solaza con los gusanos laboriosos de podridas arborescencias que lo habrán de aniquilar más temprano que tarde. Sucio el duelo que desearía propiciar porque no pudo amar ni disponerse al olvido cuando era necesario y piadosamente callarse.

El Festival Internacional de Poesía de Medellín, es un regalo que tenemos en América Latina y nadie será capaz de malograr esta alegría cumplida. Dejemos que la muerte desfile con todas sus miserias y se ría de vez en cuando en el estiércol de su engaño. En definitiva, Ella, la muerte, pertenece a otro mundo, el inmundo, al margen y muy, muy lejos de nuestros sueños.

¡Qué viva Medellín !
¡Qué viva su Festival Internacional de Poesía !

* Poeta y editor venezolano director de la prestigiosa editorial El Perro y la Rana

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