Homenaje a un ángel erótico

El próximo 13 de agosto, en la galería Café Libro de la calle 93, se rendirá un homenaje al gran artista barranquillero Ángel Loochkartt, organizado por el Museo de Arte Erótico latinoamericano, MAREA, como una forma de agradecer la existencia de una obra personalísima en la que naufragan con deleite los espectadores. Gracias a Ángel por compartir su mundo con nosotros, su estado de gracia subversiva y éxtasis perpetuo donde con frecuencia nos liberamos de los duendes opresivos. Como si supieran sus gustos y conocieran su vocación dionisiaca, los ofrendantes han montado un happening llamativo y erótico, en el que participarán teatreros, músicos, poetas y… por supuesto mujeres hermosas.

Hace unos meses Con-fabulación entrevistó a Loochkartt, y para sumarse a este tributo reproduce algunas de sus hondas y chispeantes respuestas.

¿De dónde proviene su obsesión por la noche y sus ciudadanos clandestinos, ferozmente eróticos?

Creo que estas visiones no encuentran una fecha iniciática. A veces presiento que las traje conmigo desde mi nacimiento y que son anteriores a la vida, como una fuerza, intrigante y enigmática. En ocasiones, también, creo que vienen de las visiones nocturnas prodigadas generosamente por el sueño. Esas figuran arrastran consigo, es cierto, un feroz erotismo que bordea con lo fúnebre y lo metafísico.

Háblenos de algunas influencias pictóricas claves.

Pienso que mi pintura se encuentra muy cerca de la herencia renacentista. Amo a los pintores italianos y españoles, no solamente por su técnica y su estética sublime, sino también por sus visiones, nimbadas de misticismo, culpa, miedo, terror teológico y erotismo ceniciento. Pienso mucho en Goya cuyos aquelarres tremendos merodean en mi obra como un luctuoso espejismo; amo el erotismo esencial de la "Venus en el Espejo" de Velásquez que fue el cuadro precursor donde la perturbadora imagen de una mujer quedó registrada de espalda. Podría recordar también a otros artistas como Caravaggio, Vermeer y Rembrandt: el demiurgo más grande que haya domeñado la luz. Mi veneración hacia el gran holandés llegó a su punto más alto cuando tuve una hija y no dudé un solo instante en llamarla Saskia, como la esposa del artista. Pero hay alguien que me conmueve de manera totalizante y ese es el Impresionista Paul Gauguin. Su vida fue un inclemente purgatorio interior y una incesante serie de fatales accidentes exteriores. Sin embargo, en la Polinesia, mientras lo devoraba su enfermedad terrible, creyó encontrar un nuevo camino para el arte contemporáneo y fue el de la pintura tribal y sus representaciones mágicas. Gauguin es sin duda un mártir y yo apostaría que también fue un santo que murió de sífilis.

¿Cómo se definiría Angel Loockartt a nivel ideológico?

Creo profundamente, como le ocurrió a Borges, en el anarquismo, y también con el escritor argentino sueño con un tiempo en el que nos mereceremos no tener ningún gobierno; un mundo en el que la concepción de poder se habrá silenciado absorbida por fuerzas inéditas y benévolas. La política, decía también el autor de El Aleph, es una de las formas más acabadas de la superficialidad. Sin embargo la hora aciaga de Latinoamérica nos ha obligado a tomar partido, volviéndose casi delincuencial aquel que se pone al margen de la vida cotidiana, de las luchas sociales y de la batalla por unas reivindicaciones urgentes a favor de los que no han tenido ni siquiera una primera oportunidad sobre la Tierra; porque como lo dijo Camus un artista no debe estar con quienes hacen la historia sino con quienes la padecen.

¿Qué representa la oficialidad para un artista?

Es el cáncer que devastará su imaginación. Ninguna oficialidad es de signo positivo y todas, en cambio, son empobrecedoras, ultrajantes y, por supuesto, falaces. Cuando un artista se oficializa está muerto. Incluso la pintura política al oficializarse se muere, entra en barrena y empieza una patética agonía. Eso ocurrió en la Unión Soviética y en la China durante sus malogradas y fragorosas revoluciones culturales.

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