Aguacate, el esperanzado

Por Rafael Ortega Lleras *

Nunca supimos su nombre, pero todos lo conocíamos como “Aguacate”. Tampoco Sabíamos su edad pero a juzgar por las historias que contaba, seguramente estaba cerca de los sesenta. Claro que su resistencia física era igual o superior a la de cualquiera de nosotros. Aguacate era muy primario en su manera de pensar y siempre trató de comportarse de forma coherente con la misma. Por eso no tuvo ningún inconveniente en empacar sus cositas en un maletín y arrancar para Chile cuando se enteró de que el socialista Salvador Allende había ascendido al poder. Nunca fue muy claro en cómo logró salir con vida de allí, pero en sus relatos se adivinaba que hasta el último momento estuvo en el frente defendiendo la revolución contra la agresión del tirano Pinochet.

Otra época de su existencia la pasó bajo el embrujo mágico de las esmeraldas. Allí tampoco estaba lo que él esperaba de la vida, de modo que se trasladó al Guaviare y se volvió cocalero con el convencimiento de que cada gramo de coca que se lograra colocar en el mercado gringo era un paso hacia adelante en la erosión del imperio del norte.

Aguacate siempre fue un hombre muy austero. No gastaba sino lo que era indispensable, pues quería salir algún día de la mina con dinero suficiente para realizar un gran proyecto del que nunca quiso hablarnos.

Un día por fin le sonrió la suerte y en dos meses de trabajo acumuló el oro suficiente para cumplir su sueño. Entonces por primera vez se emborrachó y nos invitó a todos a la fiesta que sería su despedida de la mina.

Todavía recuerdo con tristeza su cara de desolación cuando me contó que alguien había aprovechado su borrachera para robarle hasta el último gramo de oro que con tanto trabajo había conseguido.

Aguacate nunca volvió a ser el mismo. Languideció, se opacó y terminó por morir a manos del desconsuelo. Buscando entre sus cosas a ver si había algún familiar a quien notificarle el deceso, encontré su diario y en él estaba consignado el sueño de su vida: necesitaba mucha plata pues quería volver al caserío que lo vio nacer en el Tolima, comprar la hacienda del gamonal de la región, convertirla en un modelo de granja comunitaria y así demostrarle al mundo que la reforma agraria era posible.

* Escritor, anarquista y aventurero colombiano. Su libro La quimera del oro, al que pertenece la crónica anterior, será lanzado en las próximas semanas

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