Entrevista con Darío Ortiz

Más nos dejó la Traba que Marta

Por Marcos Fabián Herrera Muñoz

¿Es posible alcanzar el estremecimiento en un mundo que ha adocenado el arte, encarcelado la insumisión y mancillado la esencia comunicativa de la imagen, hasta reducirla a la abyecta comercialización? Las pinturas de Darío Ortiz se empecinan en demostrarnos que todavía hay una ruta para acceder al asombro. Proponiendo un retorno a las formas estilísticas proscritas por la vaguedad del arte conceptual y con un entramado de humor, cuestionamiento y mordacidad, la perfección de sus anatomías nos recuerda que es insondable el universo de la imagen, que la mirada humana es eternamente escrutadora y que la formalidad del dibujo figurativo sugiere y sorprende de manera inacabada.

Darío Ortiz: En arte no hay nada agotado. Cuando los creadores postulan que todo está hecho, es porque son perezosos. En millones de años que lleva el hombre en la tierra, escribe, pinta o esculpe hace muy poco tiempo. Uno debe reinventarse todos los días.

Que bueno que mi trabajo esté en contravía: sólo los peces muertos nadan con la corriente. El arte conceptual se debe juzgar por sus picos. Yo toco la guitarra muy mal y si a la guitarra la juzgan por mi interpretación sería un pésimo instrumento. El arte conceptual es extraordinario si lo juzgamos por sus íconos como Marcel Duchamp o Joseph Boys, pero detrás de ellos hay un largo listado de mediocres eternos. En la pintura figurativa desde Rembrant, Rubens, Caravaggio, y hasta contemporáneos como Antonio López o Claudio Lobo, hay genialidad. Pero detrás de ellos hay muchos mediocres. El problema no es que los árboles no nos dejen ver el bosque, sino que la hierba no nos deja ver los árboles. Lo que ocurre es que aquí queremos escribir como Joyce y todavía no hemos escrito como Homero.

¿Hay en Colombia un arte que la oficialidad ha cooptado y otro marginal que subterránea y subversivamente emerge?

Hay unas obras que son la oficialidad en el arte; y hay un arte. Arte no son ambos. De la misma manera que no todo lo que se escribe es literatura. No soy quien para decir qué es bueno y qué es malo. Aquí no hay preparación ni de la crítica.

La reflexión artística en Colombia se limita a escasos nombres como Eduardo Serrano y Fernando Toledo. ¿Padecemos de una flagrante orfandad de este ejercicio en el arte colombiano?

Respeto enormemente el trabajo de Serrano. Pero él hace un libro sobre la escuela de la Sabana y escribe dos páginas sobre Ricardo Borrero Álvarez, es decir que un hombre que expuso en Chicago, que ganó laureles en Sevilla, quedó reducido a dos páginas. Si no estudiamos nuestros procesos artísticos nunca vamos a entender la situación contemporánea. En los últimos treinta años se han pintado muchas más cerámicas pre-indígenas que en toda la época prehispánica. Es una moda absurda pintar Poporos y ponerlos en un bodegón. Si no sabemos que Gaspar Figueroa, el creador de la escuela Santafereña de Pintura nació en Mariquita como vamos a entender el arte conceptual?

¿Se carece de rigor en la crítica colombiana para posibilitar la cualificación de nuestra plástica?

El proceso nace de la Historia y no de la crítica. Carecemos de una historia del arte profesional y científica. Profesionalizando la historia del arte nace una crítica seria al existir elementos de comparación y de interpretación. En Colombia no hay ni siquiera una historia bien hecha de Botero. Seguimos hablando de Marta Traba, y como reza el grafitti, más nos dejó la Traba que Marta. Era una mujer que escribía extraordinariamente bien y que se graduó de crítica hablando en una emisora. Sus frases lapidarias han sido mortales. Qué pasó con la frase: "Villamizar y Negret por fin mandaron el mármol al sitio que se merece, las lápidas de los cementerios". Y se volvió prohibido hacer escultura en mármol en Colombia. Ahora revisamos y artistas importantes del mundo están trabajando el mármol; ¿Qué pasó con esa frase? También ella dijo: "El Muralismo Mexicano se enquistó en el arte latinoamericano como un tumor maligno, dando síntomas de buena salud". Terminó acabando con Gómez Jaramillo, Gonzalo Ariza, Pedro Nel Gómez y Débora Arango. Hoy en día Débora es más importante que Marta Traba. A la crítica y su verbo fogoso se debe el impulso del grupo de la Rosa, integrado por Ramírez Villamizar, Botero, Grau y Obregón. Pero en Colombia no se ha estudiado el Arte Colonial, el precolombino; no se diferencia un objeto artístico de uno de uso, y no necesariamente todo es totémico. La talla en piedra está reducida a categorías ridículas como Antropomorfo, Zoomorfo y Zooantropomorfo.

¿Es la academia y algunos sectores que detentan el poder, los responsables de sacralizar figuras de escasa importancia y mucho aspaviento?

Aquí desconocemos aspectos elementales y determinantes de nuestros procesos artísticos. Ignoramos que Marco Ospina es el pionero de la abstracción en Colombia en 1950 y que Carlos Rojas lo hizo de manera increíble, con influencia de pintores como Guillermo Wiedemann. Todo está encasillado en absurdos nichos y escuelas para decir: "yo soy de los andes, de la Javeriana, de la Nacional…" No soy Colombianista, soy un híbrido, un mestizo.

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