Ganadores del Primer Concurso de Minicuento "Antonio Mora Vélez"

Primer Puesto

ELLA TIENE UN DÉJÀ VU

Víctor Menco Haeckermann*

Es la primera vez que me acompaña al puente de madera que da hacia el malecón. La llevo de la mano, con impaciencia, como si también fuera mi primera visita a aquel lugar. El crujido de una tabla bajo nuestros pies anuncia el principio del puente y el final del silencio. Nos sentamos, y ahora es su voz lo único que se escucha:

–Acabo de tener un déjà vu. Tengo la sensación de que ya he vivido este instante contigo.

–Ese es un fenómeno que ha sido explicado recientemente por la ciencia –le digo–. El efecto se produce por el retraso momentáneo de las funciones cerebrales, cuando la mente inconsciente percibe el entorno antes que la mente consciente. Es sólo la ilusión de haber vivido algo.

–Eso también –dice ella–. Eso también me lo habías dicho antes, en este mismo momento.

*Escritor e investigador literario. Finalizó estudios de Lingüística y Literatura en la Universidad de Cartagena.



Segundo Puesto

AETERNUS REDITUS

José Manuel Palacios Pérez

Paolo sobre el piso cubierto de tierra de siena. Muerto. El arma en mi mano. Caliente.
La bala que le había quitado la vida, destrozado el rostro y atravesado la cabeza hasta alojarse más allá del cerebro y contra el cráneo, hace el camino de vuelta, pasa entre la nariz y el labio superior hasta el cañón del revólver.
Paolo abre los ojos.

Resisto el embate del proyectil mientras se aloja en el tambor del arma.
Siento la percusión de la empuñadura y el tacto del gatillo contra el índice.
"nodrep yah on" digo. Paolo suplica desde el piso: "rovaf rop. Serapsid on".
Lo veo y recuerdo a Pitágoras, a Nietzsche, a San Agustín. Recuerdo la attokataotaois. Leíamos juntos cuando Paolo aún era mi hermano querido. Leíamos aterrados sobre los infiernos del eterno retorno. Lo que es volverá a ser. Como una maldición o como una condena.

Paolo volverá a ser mi hermano amado, volverá a traicionarme y volverá a morir bajo mi mano. Cada deformidad y cada sombra volverá a ser repetida, cada rencor. Lo construido ya fue destruido. Lo destruido será levantado de las ruinas.
Paolo se dobla bajo la pierna fracturada y se volverá a doblar. El dolor parece insoportable y volverá a serlo. Grita y gritará, suplica y suplicará cuando el tiempo dé la vuelta y todo se repita. La sangre gotea desde el suelo hasta sus venas. El charco debajo de sus piernas va desapareciendo como ya ha desaparecido tantas veces.

Otro proyectil franquea el fémur astillado, dejando entero a su paso y, al parecer produciendo alivio a un dolor muy fuerte. Por último vuela, atraviesa el cañón y se instala en el tambor del revólver. Procedía de la pierna derecha.
"Rasap a revlov av on orep, rorre im euf, rorre im euf".

Dice San Agustín que el mundo no puede repetirse. Que la fe endereza nuestro camino y nos aleja del absurdo siglo de los impíos. No cree en el eterno retorno, ni en Nietzsche ni en pitagóricos, cree que el perdón nos redime de los infiernos circulares, pero no advierte que el alma es siempre capaz de engendrar una nueva miseria.

Mientras miro a mi hermano suplicar, guardo el arma. Espero un segundo de arrepentimiento que no me es concebido. Saco el arma con decisión: "fue mi error, fue mi error, pero no va a volver a pasar" lloriquea Paolo desde el piso.
Aprieto el gatillo una vez, apuntando a la pierna derecha, esperando un momento para el perdón que nunca llega.

"No dispares, no dispares, por favor" fue su última súplica.

Paolo sobre el piso cubierto de tierra de siena. Muerto. El arma en mi mano. Caliente.



Tercer premio

MEMORIAS DE UN ASESINO

Juan Carlos Céspedes Acosta

Me fui en silencio, haciéndoles creer que estaban vivos.

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