Oración por Marilyn Monroe

Durante los años más duros y sangrientos de Centroamérica, Ernesto Cardenal fue una voz visible que semejaba un candil encendido frente a la oscuridad imperante. Sus palabras elementales cantaron a la esperanza revolucionaria bajo el yugo de los tiranos. Marilyn, por su parte, inmersa en el sonambulismo melancólico de la opulencia, que le donó cruelmente la industria del cine, y que la convirtió en un fetiche tan deseado como incomprendido, es, a su modo, una de nuestras grandes heroínas: La hermosa mártir de los mercaderes del celuloide. La unión entre un con-fabulador clásico como el cura nicaragüense y la perturbadora criatura rubia a la que asesinó el Star-System, produjo este conmovedor artefacto poético.

Por Ernesto Cardenal

Señor

Recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el

Nombre de Marilyn Monroe

Aunque ese no era su verdadero nombre

(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita

Violada a los nueve años

y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)

y que ahora se presenta ante ti sin ningún maquillaje

sin su agente de prensa

sin fotógrafos y sin firmar autógrafos

sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia

(según cuenta el Time)

Ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo,

Y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.

Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.

Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno

Pero también algo más que eso…

Las cabezas son los admiradores, es claro

(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).

Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.

El templo –de mármol y oro- es el templo de su cuerpo

En el que está el hijo del hombre con un látigo en la mano

Expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox

Que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

Señor:

En este mundo contaminado de pecados y radiactividad

Tú no culparás tan solo a una empleadita de tienda

Que como todas las empleaditas de tienda soñó ser estrella de cine.

Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).

Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos

-el de nuestras propias vidas- y era un script absurdo.

Perdónala señor y perdónanos a nosotros

Por nuestra 20th Century

Por esta colosal super-producción en la que todos hemos

Trabajado.

Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.

Para la tristeza de no ser santos

Se le recomendó el psicoanálisis.

Recuerda señor su creciente pavor a la cámara

Y el odio al maquillaje –insistiendo en maquillarse en cada escena-

Y cómo se fue haciendo mayor el horror

Y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda

Soñó ser estrella de cine.

Y su vida fue como un sueño que un psiquiatra

Interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados

Que cuando se abren los ojos

Se descubre que fue bajo reflectores

¡y apagan los reflectores!

Y desmontan las dos paredes del aposento (era un Set

Cinematográfico)

Mientras el director se aleja con su libreta

Porque la escena ya fue tomada.

O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río,

La recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor

Vistos en la salita del apartamento miserable.

La película terminó sin el beso final.

La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono

Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.

Fue

Como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga

Y oye tan solo la voz de un disco que le dice: wrong number.

O como alguien que herido por los gangsters

Alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:

Quienquiera que haya sido al que iba a llamar

Y no llamó (y tal vez no era nadie

O era alguien cuyo número no está en el directorio de

Los Ángeles)

¡Contesta tú el teléfono!

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